"Se nos fue el Papa del pueblo"

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Se murió el Padre de todos, el Padre de toda la humanidad, que pidió una y mil veces que la Iglesia debía ser un lugar para todos.

Se nos fue el Papa de los pobres, de los marginados, de los que nadie quiere y que muchos excluyen.

Preocupado siempre por los migrantes y por las guerras, como Ucrania y Gaza.

Líder consecuente y fiel a sus ideas, que dedicó su vida entera al servicio.

Lo de ayer fue como una despedida. Se lo veía apagado, ausente, sin conectar con la gente.

Se nos fue el Papa de la gente, el Papa del fin del mundo, el primer Papa latinoamericano, el primero en hacer un papado mucho más cercano que llegó a los ateos, a los no creyentes, aclamado por los musulmanes. Un Papa que lanzó la visión de una Iglesia abierta para salvar a todos y no para condenar. Con ejes en la inclusión, el diálogo interreligioso, la preocupación por la crisis ambiental y el compromiso con la paz.

Fue el Papa sencillo del fin del mundo que rompió moldes y abrió la Iglesia como nunca antes.

Cuando asumió, para el iba a ser un Pontificado breve de 5 o 6 años, pero el destino quiso que no fuera así. Al final murió como el tercer Papa más longevo de la historia.

Fue el primer Papa Jesuita de la historia, el numero 266, que será recordado como un Papa reformista.

Fue el primer Papa no europeo, llegado desde la periferia, que removió las aguas pidiendo que hagan lío, que llamó a la Iglesia a ser misionera y a no condenar, y a integrar a todos como un hospital de campaña.

Se destacó por un estilo humilde, auténtico, sencillo, austero, cercano sobre todo a los descartados. Desacralizó el papado, institución antes vista como inaccesible.

Sabiendo que una imagen dice más que mil palabras, impactó desde el principio de su papado por los gestos. Como cuando abrazó a un hombre deformado por una enfermedad en la Plaza San Pedro o lavó los pies en una cárcel de menores, incluyendo a mujeres y musulmanes, lo que sorprendió al mundo.

Crítico acérrimo del clericalismo y de los privilegios de la curia romana la puso al servicio del mundo, mencionándola como una de las últimas cortes europeas.

Planteó un cambio de época, marcado por guerras, el avance de la inteligencia artificial, las redes sociales, la hostilidad a los migrantes, el movimiento Me Too que dio voz a las víctimas de abusos sexuales.

Muy querido por no católicos, admirado por su apertura e inteligencia jesuita, fue aborrecido por los sectores católicos ultra conservadores.

Tuvo la concepción de una Iglesia como hospital de campaña, llamada a sanar las heridas del mundo actual y a acoger a todos sin excepción. Divorciados vueltos a casar, personas LGBTQ, migrantes, presos. “Todos, todos, todos” repetía en sus últimos años.

Fue un papado con un modo de ser distinto, descontracturado, desde aquel buonasera con que se presentó a las masas en la Plaza San Pedro el 13 de marzo de 2013, que antes de impartir la bendición se agachó y le pidió al pueblo allí presente que le pida a Dios que le diera su bendición, y que recen también por el Papa Emérito Benedicto XVI.

Ya como Arzobispo de Buenos Aires se alejó de los privilegios, viajaba en colectivo o subte, no vivió en el Palacio Apostólico sino en una habitación común cerca de la plaza de Mayo, apoyó especialmente a los curas villeros, trabajó en los barrios de emergencia de Buenos Aires y rescató las manifestaciones de religiosidad popular.

El 1 de febrero de 2013 ya estaba a punto de jubilarse, y con sus 75 años ya había presentado la renuncia a la sede Buenos Aires, y tenía lista su habitación en un hogar de sacerdotes retirados.

Había sido el segundo candidato más votado en el cónclave de 2005 que eligió a Benedicto XVI pero en el 2013 no era el candidato importante , como si lo fue Joseph Ratzinger en 2005.

En ese cónclave había un clima anti italiano entre los cardenales por los diversos líos que se habían vivido como robos de documentos, denuncias de corrupción, lobbies financieros. Se buscaba a un pastor, a un hombre de Dios, con capacidad de gobierno, pero Jorge Bergoglio con sus 76 años parecía fuera de juego.

Sin embargo en una de las reuniones, el 9 de marzo con una intervención suya, fulguró a los demás cardenales.

Criticó a la Iglesia auto referencial, mundana, que vive para sí. Y pidió por una Iglesia Evangelizadora que salga de sí misma.

Apenas elegido Papa optó por el nombre de Francisco, el santo de los pobres y la naturaleza. Empezó una convivencia inédita, con un Papa que había renunciado y seguía vivo.

Rechazó los símbolos pontificios. No quiso los zapatos rojos y se quedó con los negros ortopédicos que había traído de Buenos Aires. No quiso la cruz pectoral dorada y se quedó con su cruz plateada con la imagen del Buen Pastor. No aceptó la capa, la limusina ni el Palacio Apostólico para vivir. Prefirió quedarse en la comunidad de Santa Marta y tener agenda propia por la tarde, en entrevistas que el armaba y sólo se haría pública si el invitado así lo consideraba.

Predicó el Evangelio revolucionario de Jesus desde el amor que lo perdona todo, de manera novedosa y con un lenguaje sencillo. Pidió a los curas que salgan de las cuevas y salgan al encuentro del prójimo. Planteó una Iglesia en salida.

Emprendió reformas profundas en el manejo de las finanzas del Vaticano, para revertir la corrupción y las prácticas oscuras de los negocios, y los lobbies de presupuestos y licitaciones arregladas. Quitó el manejo de los fondos reservados y puso nuevos controles para transparentar las finanzas de la Iglesia. Emprendió una drástica reforma de la curia romana.

Creó un Consejo de Cardenales de todos los continentes para que lo asesoren.

Tuvo apertura a laicos y a las mujeres para los cargos directivos del Vaticano. Puso a los pobres y a los migrantes en el centro de su pontificado, y su primer viaje fue a la isla de Lampedusa, símbolo del drama de los migrantes que escapan de la miseria y las guerras, y que mueren en ese enorme cementerio llamado Mediterráneo.

Pensando en los pobres instauró duchas bajo las columnas de la Basílica de San Pedro y refugios, y recibió a personas sin hogar el día de su cumpleaños.

Vinculó el grito de los pobres en el de la tierra, cada vez más afectada por el cambio climático, y abordó ambos temas con sus encíclicas.

Hizo 47 viajes internacionales a 67 países, y concedía conferencias de prensa en el avión al regreso de los mismos, que a veces desataban polémicas mediáticas, como cuando dijo a un periodista: “Quién soy yo para juzgar a un gay”, en la primera conferencia a 10.000 metros de altura, luego de la Jornada Mundial de la Juventud en Río de Janeiro, donde se ganó a los jóvenes y los instó a que “hagan lío”.

En todos sus viajes se centró dejar las diferencias teológicas, y priorizar lo que nos une. Estrechó lazos con ortodoxos, anglicanos, musulmanes y de todas las religiones del mundo.

Aprobó muchas leyes para atacar los abusos sexuales a menores dentro de la Iglesia y pidió perdón por los horrores cometidos en ese sentido, además de juzgar y remover a responsables de los mismos.

Premió eligiendo cardenales a los pastores con olor a oveja, de ciudades y países periféricos, y no a los arzobispos de diócesis grandes como se hacía antes.

Hizo un papado realmente transformador, cercano a los más desprotegidos, y con un testimonio de vida propio más allá de las palabras.

Las últimas horas de esta Semana santa vivió un verdadero calvario y gracias a su determinación trató de seguir adelante hasta que Dios quiera.

Se encontraba totalmente debilitado después de su internación en el Gemelli y no estaba para nada recuperado. Había retomado algunas actividades de trabajo pero estaba delgado, con el rostro hinchado, el rostro tieso. Y así sin cánulas nasales, sin oxígeno, decidido a entregarse con todo su ser y estar presente como fuera posible, en la semana más importante de la Iglesia católica apareció por distintos lugares.

Cuando una periodista, al visitar el jueves la cárcel de Regina Coeli para lavar los pies de los detenidos,que aunque no pudo hacerlo sí pudo estar con ellos, le preguntó cómo estaba viviendo esta Pascua el Papa le respondió “vivo esta Pascua como puedo”.

Y así es que el Papa del pueblo quiso tener su final con el pueblo. Sin cumplir los dos meses de reposo absoluto que le recomendaron los médicos hizo lo que ahora nos damos cuenta que ha sido su esfuerzo final. El domingo de Pascua recibió en audiencia al vicepresidente de Estados Unidos JD Vance y luego hizo su último desgaste.

Y apareció en el balcón central de la Plaza san Pedro donde había sorprendido al mundo aquel 13 de marzo de 2013. Su rostro era un símbolo del sufrimiento. No había sonrisa, tenía el rostro tieso, la mirada de un hombre que estaba haciendo su esfuerzo final . No estaba bien y fiel reflejo de ello es que tuvo que leer lo que serían sus últimas palabras en público: “queridos hermanos y hermanas, Feliz Pascua”. Francisco, conocido como una mago de la comunicación, había tenido que leer ese simple saludo. No estaba bien y aún así y con enorme dificultad logró impartir la bendición “urbi et orbi”.

Decidido a despedirse con su impronta sorprendió a todos al subirse al papamóvil, desafiando corrientes de aire y dar esa última vuelta marcada por lo que sería su despedida final.

Ante 35.000 personas y las cámaras del Vaticano que lo enfocaban de atrás, para que no se viera ese rostro sufriente, muchos empezaron a entender que era su despedida final. Una despedida en la que incluso detuvo al papamóvil para bendecir a un niño. Dándolo todo, hasta el final.

Se murió el Papa Francisco, pero las únicas personas que mueres son las que olvidamos, Y Francisco está entre nosotros y su legado está vivo.

Ahora nosotros tenemos que ser un poco Francisco y estar atentos a los marginados, a los más pobres, a los que nadie quiere.

Su sucesor será el Papa 267, quizás siga sus pasos de gran reformador, porque en el colegio cardenalicio ya no hay mayoría europea, y más de tres cuartos de los cardenales fueron nombrados por él.

Igualmente eso será obra de Dios.

Solamente nos queda decir gracias Francisco por tú papado. Descansa en paz y como siempre nos pedías “no se olviden de rezar por mí” lo seguiremos haciendo como hasta tú partida.

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